Si hoy escuchas una canción en un bar, en un taxi o en una serie y en segundos tu teléfono te dice el título, quizá no te sorprenda. Pero hace apenas dos décadas, esa idea parecía ciencia ficción. Y aquí viene el detalle curioso que casi nadie recuerda: Shazam nació antes de los smartphones. Sí, mucho antes. Antes de Siri, antes de los asistentes de voz, antes de que pudiéramos preguntarle algo a Google sin escribir.
Pero un día, a inicios de los 2000, un joven llamado Chris Barton se hizo una pregunta que cambiaría la historia de la música y de la tecnología:
“¿Y si tu teléfono pudiera decirte qué canción estás escuchando?”
Lo que hoy parece obvio, en ese momento sonaba absurdo. Y sin embargo, esa pregunta abrió una revolución silenciosa que seguimos usando todos los días.
El origen de una obsesión: identificar música en un mundo sin internet móvil
A finales de los 90, la música estaba en CD, el streaming era un sueño y los celulares servían, básicamente, para llamar. Pero Chris Barton tenía una obsesión casi obsesiva: quería que un teléfono escuchara una canción y la reconociera, igual que un melómano con oído absoluto.
El problema era gigantesco. No existía ninguna tecnología capaz de hacerlo rápido, barato y desde un dispositivo tan limitado como un Nokia con antenita. Muchos expertos se lo dijeron sin rodeos:
“No se puede.”
“No existe la tecnología.”
“Nadie va a esperar medio minuto por el nombre de una canción.”
Pero Barton —junto a sus cofundadores Avery Wang, Dhiraj Mukherjee y Philip Inghelbrecht— no escuchó esas voces.
Escuchó la música.
2002: el lanzamiento de Shazam… por mensaje de texto
Y entonces llegó 2002. Mientras el mundo vivía con tonos polifónicos y sin Wi-Fi en el bolsillo, Shazam se lanzó oficialmente.
Pero aquí viene lo increíble:
No era una app.
No había smartphones.
No había pantalla táctil.
Shazam funcionaba así:
Marcabas un número especial desde tu celular.
Acercabas el teléfono a la bocina donde sonaba la canción.
Una grabación de varios segundos era enviada a los servidores de la empresa.
Minutos después recibías un SMS con el nombre del tema y el artista.
Para lograrlo, el equipo tuvo que inventar métodos completamente nuevos:
1. El algoritmo de reconocimiento de audio
Diseñado por Avery Wang, un ingeniero con formación en música y procesamiento de señales. Crearon un sistema capaz de convertir una canción en una serie de puntos clave —“huellas digitales sonoras”— que permitían reconocerla incluso con ruido, distorsión o grabaciones pobres.
2. Una base de datos musical inmensa
Tuvieron que digitalizar, analizar y almacenar miles y miles de canciones, con un nivel de detalle nunca antes visto. Fue un trabajo de laboratorio y de paciencia infinita.
3. Servidores potentes (antes de que existiera ‘la nube’)
La infraestructura que necesitaban era enorme. En un mundo donde el hosting era limitado y caro, lograr que millones de usuarios enviaran clips de audio al mismo tiempo era un desafío tecnológico brutal.
Nadie tenía algo parecido. Nadie se atrevió a construir algo así.
Pero lo construyeron igual.
La llegada de los smartphones: Shazam se vuelve magia
Cuando en 2007 apareció el primer iPhone, el destino de Shazam cambió para siempre. Ahora sí existía el ecosistema perfecto:
- Pantallas táctiles
- Internet móvil
- Aplicaciones
- Micrófonos potentes
- Capacidad de procesamiento
Shazam dejó de ser un truco tecnológico para convertirse en una experiencia mágica.
De un SMS lento pasamos al:
“Toca el botón azul y te lo digo al instante.”
Y así, Shazam se volvió:
El héroe silencioso en las fiestas.
El salvavidas cuando escuchabas un temazo en el taxi.
El aliado de los curiosos que no querían perderse ninguna canción.
Mientras tanto, su base de datos creció hasta convertirse en una de las más grandes del mundo. Millones de huellas digitales sonoras, cruzadas en milisegundos.
El giro histórico: Apple compra Shazam
En 2018, Apple compró Shazam por 400 millones de dólares.
Para muchos, ese número fue la sorpresa. Pero para los que sabían lo que había detrás, tenía sentido:
Shazam tenía uno de los algoritmos de reconocimiento más avanzados del mundo.
Su base de datos musical era un tesoro para cualquier plataforma.
Y su tecnología llegó a integrarse directamente en Siri, iOS y Apple Music.
Pero, sobre todo, la compra fue un reconocimiento simbólico.
Un homenaje al tipo que escuchó algo que el resto todavía no oía.
Chris Barton.
La revolución invisible de Shazam
Cada vez que alguien tararea un coro sin saber quién lo canta, y Shazam se lo dice…
esa magia viene de aquella obsesión de un ingeniero que se negó a aceptar un “no”.
La verdadera revolución de Shazam no fue tecnológica.
Fue humana.
Fue la capacidad de mirar un mundo lleno de música…
y pensar que podía ser aún más accesible, más comprensible, más cercano.
Shazam no sólo identificó canciones.
Nos enseñó a escuchar mejor.





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